Desde el nacimiento, los seres humanos primero percibimos algo nuevo, luego lo interpretamos (cada uno a su manera, de forma completamente subjetiva), esa interpretación nos hace tener unos sentimientos o sentir unas emociones que nos impulsarán a tomar una u otra decisión, es decir a actuar de una u otra manera (más o menos acertada) que será evaluada de forma inconsciente (es decir si eso que hicimos nos sirvió para sentir mayor pertenencia e importancia o no)
De las experiencias vitales en estos primeros años de vida, surgirá para quedarse la creencia detrás de la conducta, es decir aquellas conclusiones y creencias que se convierten en las gafas por donde vemos el mundo el resto de nuestras vidas y que nos impulsará a actuar de una u otra manera en cada momento.
El estilo de vida lo creamos, luego lo practicamos, lo comprobamos y pasamos el resto de nuestra vida justificándolo. (Buscando excusas o justificaciones a nuestros actos)
No hay un estilo mejor que otro, todos los estilos de vida tienen características particulares, algunas más útiles que otras, y todas se pueden mejorar.
Mientras ese mapa nos sirva para sortear los obstáculos de la vida, éste no será un problema, será una “guía de viaje” útil, pero hay veces en que ese mapa no nos sirve para enfrentar con éxito el problema que tenemos delante, surge entonces un gran reto al que nos cuesta demasiado enfrentarnos y necesitamos ayuda terapéutica.